Empiezo la mañana apagando el despertador. Ya hizo su tarea y lo dejo tranquilo. Es algo recíproco; él no me molestará hasta el día siguiente. Procuro tener una relación cordial con él.
Desayuno, aseo y al mercado mayorista para comprar. Una vez allí, reviso la lista que tengo preparada del día anterior para ver qué necesito. Echo un vistazo buscando novedades: alguna fruta o verdura nueva que pueda interesar a los clientes. A veces, también me ofrecen cosas nuevas y me aconsejan. Me gusta que lo hagan y charlar unos instantes. Cojo lo que me hace falta y voy preguntando los precios por si hay alguna variación. Esto es frecuente, por ejemplo, con las fresas y la alubia verde. Cuando he terminado, vuelvo a mirar alrededor por si me he perdido algo.
Son las 8:30 y estoy en la Plaza. Ya he aparcado y abro la caseta. Estos días hace frío pero da gusto entrar en el mercado porque la temperatura en su interior es buena. Empiezo a revisar el estado de las frutas y las verduras y si hay alguna pieza en mal estado, la retiro. Hago hueco para colocar lo nuevo que traigo y si hay algún producto que no tenía, pienso en qué lugar puede estar mejor situado. También relleno las cajas del mostrador que lo necesitan con más fruta del mismo tipo, que coloco en la parte delantera. Se trata de rotar el género para que esté en buen estado y tener ubicadas las piezas más maduras para ofrecer al cliente lo que quiere con mayor rapidez. Todo lo hago pensando en el cliente: qué le puede atraer más, qué grado de madurez prefiere, cuánta prisa tiene.
Ya está todo colocado y ahora toca revisar los precios. Si hay variaciones desde el día anterior se cambian, tanto para subirlos como para bajarlos. Echo una ojeada para comprobar que todo está correcto y voy por un café. Suelo tomarlo en la calle fumando un cigarrillo porque puedo ver el puesto desde fuera y porque me agrada observar los alrededores y sentir el aire fresco de la mañana.
Cuando termino, regreso al puesto preparado para atender a los clientes lo mejor posible. Siempre quiero que se vayan satisfechos. Tratar con las personas puede ser complicado y en algún momento no he tenido el tacto idóneo que hubiera requerido el cliente. Aunque intento dejar de lado los problemas personales, puntualmente han brotado para influir en mi estado de ánimo. Complacer a los clientes puede ser difícil, pero me gusta. No vendo únicamente productos sino servicio, y pretendo dar siempre el mejor.
La mañana sigue su curso y continuo atendiendo y colocando si es necesario. De vez en cuando voy donde mi hermana a charlar un poco o coger algún dulce. Tiene la panadería justo detrás de mi puesto y como soy tan goloso me viene muy bien.
Estos últimos días, con el blog y la presencia en las redes sociales, aprovecho los momentos que no despacho para revisar Twitter y Facebook. Leo las novedades y publico.
El tiempo transcurre hasta que llegan las 2 de la tarde, momento a partir del cual preparo la lista de lo que necesito comprar para el día siguiente, y me dispongo a recoger. Dejo la mayor parte del puesto preparado y protejo las frutas y las verduras. Termino sobre las 3; a veces casi una hora más tarde dependiendo del día. Es hora de bajar la verja, despedirse y continuar hasta el próximo encuentro con mi amigo el despertador.
Mañana, más y mejor.
¿Eres tan amable? Comparte, gracias 🙂
Se nota q disfrutas con tu trabajo q hoy en día es raro!!Enhorabuena !
Es cierto Marisa, y además lo tengo mucho cariño. Gracias!