Elegir un buen melón requiere conocer una serie de características que le son propias y una técnica de comprobación muy sencilla. Es una de las pocas frutas en que suele ponerse mayor empeño para elegirla correctamente por varias razones:
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Normalmente es difícil averiguar a simple vista su nivel de madurez.
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La variedad de melón más consumida en España es la Piel de Sapo, cuyo peso medio suele ser superior a 2 kg habiendo piezas que lo superan considerablemente. Se trata, por tanto, de 2 kg mínimos de fruta que querremos disfrutar.
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Es típico llevarlo al campo en verano para comer varias personas o como un postre que gusta especialmente en reuniones familiares. Además, el melón con jamón se considera un primer plato muy apreciado, por lo que una mala elección nos puede desilusionar.
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Dependiendo de la temporada y de la marca, un melón puede costar bastante dinero que nos gustaría aprovechar al máximo.
Como podemos ver, sobran motivos para tratar de acertar lo máximo posible con nuestra elección, así que empecemos a conocerlo un poco más.
¿Qué características debe tener un buen melón?
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Peso. El melón debe pesar, es decir, cuanto más pese en relación a su tamaño, mejor. Si pesa poco, tendrá menos carne, menos zumo y será más insípido.
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Uniformidad en la piel. Los trazos que formen las estrías de su piel o las vetas, deben tener una continuidad lógica y el color debe ser similar en la mayor parte de su superficie sin que aparezcan zonas con distorsiones exageradas. El grosor de la piel no influye en la calidad y depende del tipo que estemos tratando; no obstante, es preferible que no sea muy gruesa fundamentalmente por la merma que supone.
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Simetría. La forma de cada variedad de melón es muy característica y procuraremos evitar imperfecciones, que aunque no tienen que significar necesariamente mala calidad, sí son un riesgo. Si una pieza que debería ser ovalada presenta una parte hundida, puede deberse al peso de otras piezas sobre ella o a un golpe, y esa zona probablemente no tenga todas las propiedades y dulzor que tendría en condiciones normales. Así como en otras frutas y hortalizas las imperfecciones suponen normalmente una mayor calidad, con el melón puede ocurrir lo contrario.
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Madurez adecuada. La madurez óptima de una fruta es un dato que, al margen de razones objetivas, depende en gran medida del gusto del consumidor. El melón es el paradigma de la controversia en este polémico aspecto porque para cada persona el “punto” del melón es el suyo particular. Generalizando, podemos decir que a la mayoría de la gente le gusta ni muy duro, ni muy blando y siempre muy dulce. Más adelante veremos cómo identificar su grado de madurez.
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Tersura en su carne. Si vamos a adquirir un melón partido debemos prestar atención a su carne. Debe aparecer tersa para asegurarnos de que no esté excesivamente maduro, a menos que nos guste así; pero hay que considerar que una carne demasiado blanda puede haber fermentado o hacerlo en breve y entonces ya no será comestible. La tersura de su pulpa y el color que presente están muy relacionados con la madurez. El color debe ser uniforme, más oscuro en la zona de las pepitas y más claro a medida que nos acercamos a la cáscara, a no ser que esté demasiado verde, en cuyo caso apenas apreciaremos estos cambios. Normalmente, cuando un melón se vende troceado a la mitad está envuelto en plástico alimentario para protegerlo, y los reflejos de la luz en dicho plástico impiden ver con nitidez su interior. Si es el caso, trataremos de acercarnos lo máximo posible para observar su tersura, que será más fácil de identificar que su color.
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Sexo del melón. Sí sí, no es broma. Hay melones y melonas y quien lo sabe prefiere la melona. Desconozco si biológicamente esto es cierto o se trata de un mito pero la diferenciación entre un tipo y otro viene dada por la forma de la zona contraria al pedúnculo o rabillo donde se une el melón a la planta. Si esta parte se exhibe más redondeada y abierta, más chata y con rayitas formando círculos amplios, hablamos de una melona. Por el contrario, una forma más picuda, cerrada y con menos círculos o sin ellos representa un melón. Entre quienes conocen estos detalles hay un consenso sobre la mejor calidad de la hembra aunque personalmente nunca me he fijado en ese detalle al comer un melón. Pero comparto esa apreciación en el ámbito humano 🙂
Una vez vistas estas 6 características podemos fijarnos en la selección de melones que hacen algunas marcas para darnos cuenta de la importancia que dan a los puntos 2 y 3. Ahora toca explicar la técnica para elegir el mejor melón si se nos permite cogerlo.
Técnica para elegir un melón excelente.
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Hacer una valoración visual que nos indique el buen estado de la piel, forma adecuada y color uniforme.
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Comprobar que es pesado en relación a su tamaño. Si tenemos dudas sobre qué peso debe tener porque no estamos acostumbrados a manejarlos habitualmente, podemos coger 2 o más melones de un tamaño parecido para comparar.
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Palpar con ambas manos la pieza seleccionada para comprobar que no tiene partes blandas y obtener pistas sobre su nivel de madurez. La presión debe hacerse con las palmas de las manos y ser suave. Se hace en 2 segundos, no es necesario palpar cada parte del melón.
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Presionar ligeramente con el pulgar la parte contraria al pedúnculo para comprobar cómo está de maduro. Si esa parte no se hunde en absoluto, estará muy verde. Un ligero hundimiento de 2-3 mm indica que está en su punto para la mayoría de la gente; si es superior, será más apto para quien prefiera un nivel de maduración más avanzado. Finalmente, si notamos la zona demasiado blanda, así como el resto del melón, debe gustarnos mucho para adquirirlo y su consumo deberá ser rápido, asumiendo el riesgo de que pueda estar estropeado por dentro.
Conclusión.
Como vemos, el procedimiento es muy sencillo, aunque alcanza su máxima eficacia con la práctica. Debe hacerse con cuidado pues no se trata de sobar el melón y hundir el dedo todo lo que podamos porque puede llegar a estropearse si no lo adquirimos y más personas actúan del mismo modo. Siguiendo estos pasos tendremos mayor seguridad de haber elegido un buen melón o, al menos, uno de los mejores a los que tengamos acceso. Lo ideal es escogerlo no demasiado maduro y en caso de que nos guste así -muy maduro y muy dulce- dejarlo madurar en casa; a no ser, claro está, que vayamos a comerlo pronto y el precio justifique su adquisición.
Es importante tener en cuenta que no se trata de una técnica exacta y que puede equivocarse hasta el frutero. Tampoco hay que ser estricto con los planteamientos aquí expuestos ya que la perfección en un producto fresco es algo inexistente y un melón que no cumpla con todas las características mencionadas no tiene porqué estar malo o ser de mala calidad. De hecho, en rarísimas ocasiones, una pieza ideal puede salir mala. De todas formas estamos de “suerte” con esta fruta porque si nos sale un melón insípido no hace falta que lo tiremos: podemos usarlo en la ensalada o echarle azúcar o limón; algunas personas lo comen incluso con vinagre.
Y, para terminar, si no podéis coger el melón -porque realmente existe una normativa en España que impide tocar el género-, no os apetece o queréis tener mayor probabilidad de éxito, la opción más segura es pedirle al frutero experimentado que os elija uno bueno. Lo hará encantado.
Recomendado para aficionados a la cata.
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