Dice el refrán: «Anda más tieso que un ajo».
Tenemos la suerte de contar con un alimento que favorece extraordinariamente la salud: el ajo. Aunque son conocidas muchas de sus buenas propiedades tanto para prevenir como para curar, parece que no las tenemos siempre en cuenta y consideramos más a esta planta como un potenciador del sabor de los alimentos. Pero sus cualidades van mucho más allá.
El bulbo de la planta que usualmente nos sirve de alimento se caracteriza por una forma redondeada, achatada por una parte y ligeramente picuda por la otra, y está compuesto por numerosos “gajos” que llamamos dientes. Son estos dientes los que pelamos para utilizarlos en nuestras recetas, a veces enteros y casi siempre troceados. Pero la cualidad especial que todos tenemos en mente y que destaca sobre el resto es su inconfundible y agresivo sabor, que le dota de una personalidad fuerte e inimitable. Y es que este recio comestible de la tierra, que adereza platos y convierte en manjar a la más sencilla vianda, nos acompañará en cada exhalación.
Pero más allá de sus incuestionables virtudes en la cocina, de sus poderes contra el maligno vampiro y de su fogoso comportamiento en la sartén, nos brinda un mar de remedios cuando nuestros cuerpos sufren. Porque el ajo es considerado como un antibiótico natural, tiene propiedades anticoagulantes, ayuda a regular la hipertensión y es beneficioso en el tratamiento de resfriados y problemas respiratorios, entre otras muchas cualidades.
Dependiendo de como tomemos el ajo, tendrá unas propiedades u otras. Si machacamos o troceamos el ajo crudo se produce una sustancia llamada alicina que tiene efectos antibióticos, pero si lo cocinamos, esta sustancia se destruye. Por otro lado, si lo cocemos se liberan otros componentes con propiedades anticoagulantes.
Los beneficios que otorga el ajo cuando se come crudo se olvidan muchas veces por su fuerte sabor y el aliento que deja, motivo por el cual la mayoría lo usa como complemento para aumentar el sabor de las comidas. No obstante, hay algunos trucos para atenuar el bravío hálito que puede comprometer una agradable conversación, como masticar un poco de perejil o apio crudo y después enjuagarse con limonada. Así pues, salvo determinados casos en que comer ajo sea intolerable, bien porque no se soporta su sabor o bien porque sienta mal, es una buena idea considerarlo siempre como un medicamento natural con enormes beneficios para nuestra salud. Crudo puede comerse en trocitos esparcido en una rebanada de pan con miel o tomate, mezclado con zumo de naranja o en la ensalada, por citar algunas formas sencillas y rápidas de acercarnos a él. Así que, ten siempre ajos en tu despensa; para cocinar, para prevenir, para curar. Se conserva bien mucho tiempo y solo deberás ocuparte de que esté seco. Del resto se ocupa bien él solito, que para eso está hecho todo un campeón.
Recomendado para quienes se pican. Y para los que no.
Referencias: Wikipedia.
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Hola Víctor.
Deberías escribir
Tienes razón, publico con poca frecuencia. Gracias por tu comentario Jordi.
AGUA DE AJO.en una botellita de 1/2 litro, trocitos de ajo,ir tomando en el dia mientras se rellena de agua durante el dia.Se puede preparar de un dia para el otro.
Gracias por el aporte. Un saludo.